martes, 26 de mayo de 2009

El zoo de la vanidad

Una ficticia discusión estaba desarrollándose en medio de un ficticio barrio de intenso color ladrillo.
El sujeto que más hablaba, de timbre enérgico y mirada tranquila, discutía con su compañero, sentados ambos en una marquesina:

"Tú no es que seas antisocial, lo que ocurre es que el mundo es el que te odia a ti y eso te jode. Si tu personalidad se debe a la exclusión social, no actúes como si fueses así porque quieres. Estoy harto de discursos cargados de odio hacia la sociedad cuando tú darías un brazo por ser más guapo y tener los ojos azules; por tener un pase VIP en esta partida y ser aceptado. Hipócritas. En ocasiones a mí todo me puede parecer una mierda, pero sé por qué soy como soy. He visto los dos bandos y sé de lo que hablo. Claro está que desprecio más al guapito soplapollas de turno que a ti. Ya sabes, el mismo que hace el mamarracho en las discotecas mientras se regodea en su ignorancia con cada día que pasa. Esos gilipollas no se merecen salir del circo que se han montado. Que mi sinceridad no te haga sentirte mal, porque si por algo te estoy diciendo lo que pienso es porque no quiero que te vuelvas tan gilipollas como ellos. A tu manera, pero como ellos al fin y al cabo. Así que no te equivoques, estoy contigo y te apoyo. Pero hablar en exceso nunca ha sido bueno. Cuando tienes una personalidad marcada no necesitas que los demás se enteren de lo diferente e inteligente que eres, expresando en voz alta lo que piensas a la mínima oportunidad. Esas tonterías no se hacen si de verdad tienes asimilada tu forma de ser. Por favor, deja de llamar la atención para convencerte a ti mismo de cómo eres. Me caes bien, eres auténtico, de verdad, pero te iría mejor si usaras tu furia para hacer algo creativo, o destructivo si lo deseas, pero algo. Sabes que estás por encima de aquellos a los que desprecias. Ahora sólo te queda demostrarlo"

Tras escuchar esto me quité de la cabeza mi sombrero de copa, hice un gesto de absoluto respeto y proseguí mi onírica marcha en bicicleta recorriendo el barroco valle de mi subconsciente.

lunes, 25 de mayo de 2009

El macuto de Pandora

Oh, glorioso océano gris y rebelde que azota mis costas, sácame de este pedazo de tierra, aunque sea con la nuca sonriendo a las nubes y los ojos corroidos por la sal de tus venas...

Las tres de la mañana. El solitario muelle gime bajo las suelas de mis zapatillas con cada paso que ofrezco. La incomodidad se hace presente. Una suave brisa marina se posa sobre mi piel, relajando la siniestra imagen que ofrece un cielo inundado por la Nada. Oteo el horizonte. Siento que me observan. Negrura. El cielo me mira de reojo; desaprueba mi visita con una tormenta nórdica que me sienta como un salivazo caliente en la cara.

El taxista no me ha cobrado la carrera a pesar de lanzarle un billete azul a la ventanilla; subió el cristal que daba a su oido izquierdo y desapareció ante mis ojos antes de que el billete pudiera rozar el suelo. Lo recojo, lo soplo y lo envío de nuevo a su casa de cuero negro. Siento cómo el olor a neumático caliente se funde con el del asfalto mojado, y mientras intento respirar con menos agitación de lo que acostumbro, descubro que la niebla que inunda el horizonte se está despejando con cada centímetro que gana la lluvia. Por fin.

La tela del asa de mi macuto azul se tensa ante mis repetidos apretones. Mi mano lo mantiene firme. Una mano agrietada por el frío. El peso del equipaje se carga sobre mi hombro, impidiéndome evitar una mueca de cansancio. Sigo mirando el negro horizonte, deseando que me ofrezca la visión que necesito.

Estoy esperando.
Estoy preparado.


Rezo para que el mensaje anónimo no haya sido una broma pesada, y aunque por unos momentos casi dejo que el pesimismo me corroa en forma de 180 grados, algo dentro de mí me dice que estoy en el sitio correcto. Haciendo lo correcto.

Dios mío, si alguien se enterara de lo que llevo en el macuto... si alguien lo supiera...

Mi abrigo, empujado por el espeso viento, baila en la oscuridad. Casi ya no siento la fiebre. Evito moverme, firme como un espartano. Espero a que llegue el navío. Sé que llegará. Lo sé.

Seguiré esperando.
Continúo preparado...

domingo, 24 de mayo de 2009

Parodias musicales

Aquellos maravillosos ochenta. Hombreras similares a protecciones de fútbol americano, peinados envueltos en electricidad, samples electrónicos, los Goonies...

Como todo momento pasado visto desde unos ojos más modernos, los ochenta son una época altamente parodiable. Al igual que lo será la nuestra. Ya se encargarán nuestros nietos de darnos por culo poniendo en evidencia toda nuestra cultura juvenil, criticando los efectos especiales de Matrix, echando pestes sobre los gráficos del San Andreas y riéndose de nosotros por la música que ofreció nuestra generación. De esto último no se les podrá culpar.

Pero por el momento, que sean los ochenta el objeto de parodia musical. Gracias al cine y a la televisión podemos disfrutar de estas pequeñas perlas:

Robin Sparkles - Let's go to the mall.
De la serie "Cómo conocí a vuestra madre"
Interpretado por Cobie Smulders aka Robin Scherbatsky.


Pop - Pop goes my heart.
De la película - "Tú la letra y yo la música"
Interpretado por Hugh Grant.


Bruno - "La grandeza del destino".
De la serie española Gominolas.
Interpretado por Arturo Valls.


Curiosamente, estos dos últimos tuvieron un pique de lo más sangrante durante la época del primer CQC. De obligatorio visionado.

martes, 12 de mayo de 2009

Independencia

Tras intentar que el resto de miembros del anterior blog ofreciera un mínimo de compromiso al actualizar, y llevarme como respuesta una silenciosa negativa, he decidido marcharme de los baños públicos y dar por inaugurada mi propia letrina. Veamos si aquí se caga mejor.