jueves, 16 de septiembre de 2010

El día en que las plaquetas hicieron horas extras

Tengo una herida en el dedo índice de la mano derecha, provocada presumiblemente por una quemadura. No es muy grande, pero duele, y la verdad es que no recuerdo cómo llegó hasta ahí. Pues bien, desde este rincón hago un llamamiento a todos los físicos del planeta para que me expliquen por qué narices todos los golpes que recibo van directos a ella. He dejado de contar las veces que he tenido que retirar la costra y cerrar el agujero con saliva.

Maldita sea.

Racoon de Henares

Todavía puedo distinguir con claridad, gracias a las fronteras dibujadas en la cintura y en la parte superior de las rodillas, las dos tonalidades de piel que dividen mi cuerpo. Todo moreno exceptuando la zona que cubría el bañador. Parezco una galleta oreo. Esta estampa es una imagen impresa que hace que recuerde in situ mi paso por la playa.

He sido marcado por el hierro candente del verano como una vulgar vaca, y al igual que ellas voy directo al matadero. Solo que mi ejecución no será una fiesta de acero y carne, sino una sucesión de acontecimientos orquestados por la rutina.

Cuando quiera darme cuenta, volveré a ser un zombie blanquecino. Un errante de la urbe que disfruta atravesando paneles de viento y moquetas de asfalto helado.

No quiero cerebros. Sólo cinco minutos de playa.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El valor de la credibilidad

Según la opinión de José Mourinho (creo que sobran las presentaciones), es más fácil ganar un Mundial de fútbol que ganar la Champions League.

Odio cuando este hombre, cuyas declaraciones suelen bailar entre lo corrosivamente sincero y la parcialidad más ridícula, desvía su mirada crítica y se pone bizco para ganar unos cuantos flashes de más. El tipo no me cae mal, pero se vuelve muy pequeño cuando cubre sus arriesgadas opiniones con un sombrero de bufón.


Un Mundial de fútbol se organiza cada cuatro años, a diferencia de la Liga de Campeones, que se disputa cada uno. No es difícil deducir que la probabilidad y las oportunidades de ganar un Mundial son mucho más escasas que las del máximo campeonato europeo de clubes. Un futbolista de élite podría jugar en toda su carrera tres mundiales, cuatro como mucho (sólo dos jugadores han disputado cinco torneos). No hace falta ser muy futbolero para darse cuenta que no es tarea sencilla hacerse con el campeonato con tan pocas ocasiones, la verdad. Eso sin contar que sólo ocho selecciones han conseguido la copa mundial. Olvídate si eres escocés, congoleño o lituano: aunque tu talento obligase a que Maradona te limpiara las botas, no vas a levantar la copa ni en la Xbox.

Sin embargo, la Champions League se disputa cada año. Cada doce meses, una nueva oportunidad con eliminatorias a doble partido. Posibilidad de remontar resultados en contra. A más campeonatos por disputar, mayor probabilidad de victoria. No pienses en la historia de tu equipo y confía en él; si clubes como el Estrella Roja de Belgrado, el Steaua de Bucarest o el Borussia de Dortmund tienen su Champions, cualquier escuadra con talento y un año de suerte puede soñar con conseguirlo.

En un Mundial, las selecciones se concentran de vacaciones en un campo de batalla, apiñados para escalar cada peldaño internacional, sin otra cosa en mente que hacer las maletas tras la final y con una medalla dorada entre los calcetines. Los equipos son más feroces. Cada detalle importa. Todos muerden y están dispuestos a sangrar.

Por contra, en una Champions League influyen diversos factores que afectan a la concentración y a la organización del equipo. Los partidos se disputan en medio del campeonato liguero, por lo que el entrenador ha de economizar a sus jugadores en las alineaciones. Además, existe una mayor exposición a las ausencias por culpa de las lesiones. Los clubes no siempre pueden alinear a los mejores, y su juego se resiente grisáceamente sobre el césped.


Pero sólo es mi opinión. Él tendrá la suya, aunque ya sabemos cómo le gusta a Mou manejar la escoba para barrer el polvo hasta el interior de su casa, hoy pintada de blanco. Sinceramente, no me disgustan los dardos que tira, excepto cuando le falla la credibilidad.

Hace poco incluso afirmó que Cristiano Ronaldo no era de los que hacía teatro. Creo recordar que cuando entrenaba al Chelsea opinaba todo lo contrario. Da igual. Respecto a su nuevo punto de vista, sólo miren y juzguen.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Algo sucedió

Shyamalan, me has fallado. Tú, un tipo con talento y responsable de las obras cinematográficas más fascinantes de los últimos años, has creado un engendro tan vergonzoso que haría sonrojar a Uwe Boll.

A pesar de que su calidad no se acerca ni de lejos a la de tus anteriores trabajos, no pierdo la esperanza en tu persona porque sé que este traspiés ha sido fortuito. Se ha tratado de una fallida incursión en el cine de alto presupuesto, por lo que cuando vuelvas a tu hábitat natural para embarcarte en otro proyecto podrás retomar tus inquietudes y hacer de nuevo cine de calidad.

Te esperamos de vuelta.

martes, 7 de septiembre de 2010

Depredador y presa

Sayonara, summer time.

He vuelto, tatuado con la marca de veinte picaduras de mosquito y con el ánimo sin uñas de tanto escarbar bajo tierra. Con los codos pelados y sin la piel bañada en lejía. Repleto de agujetas, habiendo hecho más deporte en mes y medio que durante el resto del año. Relleno de ginebra y tónica. Con planes, cientos de ellos. Pero sin un rumbo formal a seguir, como siempre. Con el sueño trastocado por Nolan, rezando para que nunca llegue esa patada que me envia a la Universidad cada mañana. Fijando la vista en un barco, una cámara y un ordenador sin estrenar.

Vaciando la mochila para volver a llenarla.