lunes, 20 de diciembre de 2010

Colisión

- ¿Quieres oir música de los opresores? Adelante, tío.
- ¿Desde cuando la música hip hop es la música del opresor?
- Escúchala bien... Negrata aquí, negrata allá... ¿Crees que los blancos van por ahí llamándose lechoso todo el día? ¡Eh, lechoso! ¿Qué tal va el negocio? ¡Muy bien, blanquito! ¡Diversificando! No tienes la menor idea de dónde procede el hip hop, ¿verdad? En los sesenta teníamos negros inteligentes y bien hablados. Como Wayne Newton, Odie Seal, Eldrich Clivert, Fred Hauton, aquellos negros sabían hablar y la gente los escuchaba. Y el FBI dijo: ¡No, no, no es posible!... Ya sé, daremos a los negros esta música que está hecha por idiotas, y tarde o temprano la copiarán y nadie podrá entender una puta palabra de lo que digan. Fin del problema.


Diálogo extraido de la película Crash, dirigida por Paul Haggis.

Aw, man!

A las ocho de la mañana me desperté en la parte trasera del coche pensando que ya estaría cerca de mi barrio. Para mi sorpresa, lo primero que vi al abrir los ojos fue una maldita estación de peaje. Íbamos a llegar a Salamanca, muerto de sueño por mi parte y con pocas ganas de salir del banquillo. Sólo supe entonar lo siguiente:



Al final no se trató de una broma, ni de una proposición con reducida fecha de caducidad. Ni falta que hacía, porque a esas alturas de la película el punto de no retorno se alejaba al mirar por el espejo retrovisor. Hacía falta positividad e invocar al espíritu de Van Gaal. Me cambié el asiento con el copiloto y llegamos hasta nuestro destino. Y lo que en un principio nos pareció un acto de locura instantánea, que sin duda lo fue, se convirtió en uno de los mejores sábados del año.

Long Island
s a un euro, crudo frío de Los Andes y comida casera caliente; dos baños: uno en la ducha del hotel con agua sacada de la laguna Estigia y otro futbolístico desde Cornellá; copas gratis, chicas guapas y verdadero ambiente universitario; luces amarillas y calles extraidas de Camelot, monumentos apabullantes, cerveza alemana y amplio recorrido de la ciudad. Cientos de locales y la certeza continuada de que iba a ser una buena noche.

Salamanca, we love you.

Una mañana peleona

Las paredes de la Universidad temblaron y en el hombro me salpicó un poco de techo desprendido. Fue en ese momento, tras el agónico rugido de tripas, cuando me entraron unas ganas mortales de ir al cuarto de baño. El reloj me decía que no era el momento más adecuado, pero ESO tenía que salir, aunque significara llegar tarde al examen.

Una vez convertido el trono de Roca en las ruinas de Nagasaki, salí ciego de satisfacción y dispuesto a limpiarme el culo con la evaluación. Cuando entré en en el aula, todos mis compañeros estaban sentados y a punto de comenzar el examen. Quise ir a mi sitio, pero tras dirigirme una mirada inquisitiva, el profesor negó con la cabeza y señaló la puerta con la misma, como ejemplo ilustrativo de que se negaba a examinarme por mi falta de puntualidad.

No me inmuté. Ni siquiera me planteé salir de la clase. Fui tranquilamente a su mesa, aclaré la voz y me incliné hacia su oído izquierdo.

Le conté la forma que adopta el miedo cuando navega entre café y salchichón. Le hablé de la masa que se forma en el cuerpo a base de gritos y materia en descomposición. Bandidos de mala madre se estremecen como niñas al oír las leyendas de la montaña marrón que encoje las almas y se las come. Le expliqué el nacimiento de la locura, y el río de fluidos fecales en el que desemboca. En definitiva, le hablé de la mierda que me vi obligado a expulsar para que entendiese el por qué de mi tardanza y así me absolviese.

El profesor no movió ni un solo nervio. Los ojos, fijos e inexpresivos, se le humedecieron a medida que sus vasos capilares enrojecían. Abrió la boca y soltó un quejido casi imperceptible, pero que pude descifrar con claridad:

-"Ah... adelante"


Mis compañeros no daban crédito a lo ocurrido. No pudieron escuchar lo que le dije al profesor, pero aún así percibieron aquellas palabras como una intensa declaración de intenciones. Pensaron que le dije alguna barbaridad, algo digno de El Padrino. Cabezas de caballo entre las sábanas y esas cosas. No quise desmentirlo.

Ahora soy Vito Corleone y sé qué forma escoge el terror a las once de la mañana.

Y no, esto nunca ocurrió.

martes, 14 de diciembre de 2010

"¿Te parezco gracioso?"

Joe Pesci, uno de los actores fetiches de la época dorada de Scorsese y responsable de dos de los personajes más impactantes de su filmografía, probó suerte en el mundo de la música antes de triunfar como actor. Tras fracasar como solista, en 1998 aprovechó su popularidad para sacar un disco llamado Vincent Laguardia Gambini Sings Just for You, cuyo título está basado en el personaje que él mismo interpretó en la película Mi tío Vinny.

Hasta aquí todo normal, hasta que descubro que el single es un tema de rap. Su nombre es Wise Guy, y en el videoclip Joe Pesci aporta el porte y la presencia de todo un capo mafioso, claramente influenciado por aquellas magistrales interpretaciones que realizó junto al director de joyas como Uno de los Nuestros o Casino.

No seré yo quien juzgue la calidad de la canción, pero creo que la curiosidad es para enmarcarla.



Viendo su compañía femenina, queda claro que Pesci is a wise guy.