jueves, 11 de marzo de 2010

11-M



Marcado en el calendario, tatuado en la memoria.

En la niebla del aula

Las serpientes se despertaron por culpa de los gorilas, quienes hacían demasiado ruido jugando en la profundidad de la selva.

Molesta y enrabietada, como una peluquera adolescente tras perderse Gran Hermano, la víbora mayor intentó inyectar su veneno de segunda categoría en el cuello de los primates. Quería introducir las toxinas de su griterío en sus agitadas venas, que convulsionaran para conseguir un gesto de arrepentimiento.

Pero la piel de los gorilas era demasiado gruesa.

No hubo pinchazo, ni glóbulos rojos derramados. Los peludos animales admitieron su infantil conducta, para luego mirar de arriba a abajo a sus siseantes amigas y dedicarles un humillante giro de espalda.

Total, sólo se trata de unas insignificantes serpientes. Qué sabrán ellas de golpearse el pecho con los puños, de enseñar los dientes con cada grito de guerra.

Son las leyes de la selva, establecidas por un mundo imperfecto.
Acostumbraos, serpientes.

Palabrería

Sí, he quitado el contador de visitas. Y no, no se debe a que no pasara de dos dígitos. Simplemente he decidido prescindir de un gadget masturbador de egos que únicamente me servía para recibir un aplauso personal e intransferible cada vez que comprobaba que un número indeterminado de personas había perdido el tiempo metiéndose en el blog. Estúpidas aplicaciones.

Bah, a quién quiero engañar.
Simplemente no hacía bonito, y punto.

Además, ¿de qué me sirve saber cuánta gente entra si no recibo dinero alguno por visita?

Últimamente sueño con que me paguen hasta por dormir.
Necesito un trabajo.

Actualización: he vuelto a instalar el contador de visitas. Estoy muy ciclotímico.

El circo abre sus puertas

Incurablemente subversivo. Foco de miradas prensadas, de dedos acusadores y susurros en forma de bisturí. Sastre italiano de improperios; imán para las discusiones. Rozando la impertinencia en cada cuadro que descompone. Nocivamente escéptico ante las luces de colores y crítico con esa cuchilla empapada en sangre de Afrodita llamada piropo.

En ocasiones, y por mucho que nos altere el sueño, es preferible dejar a la bestia que ronque antes que despertarla.