martes, 8 de diciembre de 2009

Pandemia

Pónganse mascarillas, guantes de látex y quemen todo aquello que piensen utilizar por segunda vez. Se ha detectado una nueva enfermedad y es altamente contagiosa, sobretodo para quienes no la sufren. No estoy hablando de otra variante de gripe que nos intentar vender para que consumamos más Tamiflu, sino de una cepa que se está extendiendo como ejemplares del 20 minutos entre la población más joven. Se trata de un trastorno llamado Policitis, cuyos índices de infección se han disparado en los últimos meses. Los síntomas son simples: el enfermo, quien no presentaba con anterioridad ninguna dolencia, decide de la noche a la mañana presentarse a policía.

Es cierto que muchas personas toman esta decisión de forma sana y racional; sin embargo otras tantas parecen estar sujetas a extraños comportamientos que les obligan a actuar en masa, teniendo como objetivo una placa a la que sacar brillo.

Tranquilícese. Si algún familiar o conocido suyo ha decidido dedicarse a la defensa de la justicia, no tiene por qué estar necesariamente contagiado. Pero yo que usted me aseguraría. Tomen una muestra de su sangre y quémenla con un alambre candente: si reacciona anómalamente, aislen al infectado o bien préndanle fuego, dependiendo del nivel de estima que tengan hacia él.

¿Por qué enferma la gente? Las razones varían en cada caso, pero son dos las que soportan mayor peso teórico:

En primer lugar, el miedo a la inestabilidad. Debido a la crisis bilderbergiana en la que nos encontramos, las personas acaban siendo contagiadas por culpa de su inseguridad, lo que las empuja a buscar un futuro sólido de la mano de un trabajo remunerado por el Estado. Y si puede ser cobrando mucho y trabajando poco, mejor que mejor.

La segunda y última razón está relacionada con el grado de tontería mental que tenga el sujeto; cuanto más alto sea éste, más posibilidades tendrá de caer enfermo. Este tipo de personas creen que meterse a policía es subir un escalón social, la manera de ser alguien. Sólo un don nadie estrecho de miras puede pensar que un policía merece más respeto que un fontanero. Para ellos, ingresar en el cuerpo es la excusa perfecta para ir a noventa por ciudad, poner cara de estreñido y actuar como si fuesen sheriffs de Wichita. En definitiva, para que les paguen por continuar siendo lo que son: un atajo de flipados.

Si quieres hacerte policía, perfecto; aunque parezca lo contrario no tengo nada en contra de esta profesión. Es más, aunque padezcas Policitis aguda, te presento todos mis respetos siempre y cuando lo sufras por la primera razón. Es algo absolutamente comprensible.

En cambio, si te presentas a madero por la segunda razón, me compadezco de ti y de tu mentalidad.

No te daría ni una pistola de balines.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Necesito tranquilizarme, sí. Bueno, seguro que a estas alturas ya sabes que el mundo se divide en grandes masas de borregos. Por lo que tengo entendido a través de algunos afectados por este síndrome, se trabaja poco, se descansan varios días, tienen el riguroso mes de vacaciones con sus correspondientes pagas extra. Todo un lujo para el que no tenga ninguna vocación. ¿Y el resto? ¿Dónde quedan las ganas por levantarse con ánimo de superación? ¿Y las inquietudes y/o deseos? ¿Te digo lo que pienso? Que todos los que argumentan toda esa mierda están bajo la ley del mínimo esfuerzo. Las cosas están chungas pero siempre hay alternativas y desde luego opositar en algo que no te llene es una gran gilipollez, porque el que lo haga, estará cogido por las pelotas casi por siempre jamás.

PD. Ya hablaremos sobre el minibar...

Anónimo dijo...

jajajajajajaj