lunes, 20 de diciembre de 2010

Aw, man!

A las ocho de la mañana me desperté en la parte trasera del coche pensando que ya estaría cerca de mi barrio. Para mi sorpresa, lo primero que vi al abrir los ojos fue una maldita estación de peaje. Íbamos a llegar a Salamanca, muerto de sueño por mi parte y con pocas ganas de salir del banquillo. Sólo supe entonar lo siguiente:



Al final no se trató de una broma, ni de una proposición con reducida fecha de caducidad. Ni falta que hacía, porque a esas alturas de la película el punto de no retorno se alejaba al mirar por el espejo retrovisor. Hacía falta positividad e invocar al espíritu de Van Gaal. Me cambié el asiento con el copiloto y llegamos hasta nuestro destino. Y lo que en un principio nos pareció un acto de locura instantánea, que sin duda lo fue, se convirtió en uno de los mejores sábados del año.

Long Island
s a un euro, crudo frío de Los Andes y comida casera caliente; dos baños: uno en la ducha del hotel con agua sacada de la laguna Estigia y otro futbolístico desde Cornellá; copas gratis, chicas guapas y verdadero ambiente universitario; luces amarillas y calles extraidas de Camelot, monumentos apabullantes, cerveza alemana y amplio recorrido de la ciudad. Cientos de locales y la certeza continuada de que iba a ser una buena noche.

Salamanca, we love you.

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