lunes, 4 de abril de 2011

Dandee Batista

Bajo la húmeda capa de Zimbabwe, Scott Brand aprovecha la mañana bebiendo cerveza fría. Eructando y charlando con sus amigos. Cuando las primeras anillas de plástico dejan de albergar peso, se levanta para mear y dibujar su nombre en el suelo. Vuelve a por más cerveza. Hablan del color de los ojos de las chicas inglesas, de la última jugada de Derrick Rose y de lo molesto que resulta que los espaguetis se peguen en el fondo de la cazuela. Todo hiede a normalidad. Hasta que Scott termina la última lata y decide meterse en el lago Kariba para hacer wrestling con un cocodrilo de más de un metro de longitud.

El muchacho intenta anular a su adversario cerrándole las mandíbulas, pero la agilidad del animal termina superando a Scott, quien no puede evitar ser mordisqueado en el brazo. Sangrando como un cerdo, el pequeño Brand vuelve a la orilla con menos carne en el cuerpo y más peso entre los calzoncillos. Mientras su orgullo se escurre decapitado, agarra una botella de vodka y le hinca los morros. Luego echa el resto en la herida para desinfectarla. Pero al pobre Scott no le sirve de nada porque su brazo acaba agrandándose hasta parecer una estufa. Grande. Negra. Caliente. Sabedor de que con ese brazo no podía trabajar ni trabajarse, decidió llamar a su jefe para decirle que se ausentaba de su puesto laboral.

Esa es una excusa lícita para faltar en el curro, y no unos grados de fiebre.

La noticia original, sin aditivos ni colorantes:
http://www.prensalibre.com/internacionales/leer_para_creer/cocodrilo-trabajo-maestro-excusa-curiosa_0_445755595.html

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