martes, 17 de noviembre de 2009

Aham

- ¿Le conoces?
- Sí.
- Es muy majo.

- Bueno...

- ¿No te cae bien?

- No demasiado, la verdad.

- ¿Y eso?
- ¿Acaso importa?


No pretendo convencerte ni que cambies de parecer, así que no me obligues a desarrollar mi opinión y ahorrémonos el tiempo de discutir.

Hay momentos en los que es mejor no dar explicaciones. Cuando no se va a llegar a ninguna conclusión, la opción más fructífera es dar una palmadita silenciosa en la espalda del oyente, por mucho que duela la marca que dejan los dientes en la lengua.

Lo que tú digas.