Entramos seis personas en el ascensor del hotel y una de ellas presiona el botón de la última planta. Yo también voy a la azotea. Mientras subimos, una voz envuelta en acento italiano dice tímidamente que él se dirige a la quinta. Introduzco el dedo en el número cinco y una vez arriba me aparto para dejarle paso. La puerta se abre y el hombre se despide de nosotros:
- Hola.
Al parecer, los españoles no somos los únicos que hacemos el rídiculo cuando hablamos otro idioma.
lunes, 31 de mayo de 2010
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