domingo, 9 de mayo de 2010

Extremos

Mitin del PP, Alcalá de Henares. El Follonero, humorista y dilatador de llagas, se enfrenta a una masa arrugada de virulentos seguidores de la derecha más reaccionaria sin más escudo que la espuma de la SER que envuelve su micrófono. Si no hubiese cámaras delante, los asistentes sustituirían sus pancartas y banderas por antorchas y cadenas. “¡Quemad al rojo, es una bruja!”. Bienvenidos a Salem muchachos, no olvidéis guardaros un trozo de cristal en el bolsillo por si las cosas se complican.

Lo primero que pensé tras ver el vídeo fue en el bonito recuerdo que se llevaría Jordi Évole de mi ciudad. No sé si su presencia en Alcalá fue fortuita o estudiada, pero parece más probable la segunda opción. Me es fácil imaginar al equipo de El Terrat reunido, buscando delante del mapa de España la ciudad con el índice más alto de nostálgicos de la dictadura y apuntar unánimemente la ciudad referencia del este de la comunidad madrileña. Pasarían por alto Valladolid.

El Follonero quiso meterse en la piel de un reportero de la popular radio propiedad de Prisa e introducirse en un ambiente hostil para descubrir si el arsénico de verdad hace daño. Plomo para su cuerpo, carne para su programa. Sabía a lo que se exponía, y aún así dejó que las cosas fluyeran solas, sin provocaciones, dejando que los ataques llegaran a él sin que abriese la boca. Y el pez mordió el anzuelo. En este caso, la piraña.

Por un momento parecía el sustituto idóneo de aquella estrella fugaz televisiva llamado El cómico suicida, sin embargo y estableciendo comparaciones, aquí la sensación de peligro y desamparo me era más cercana porque quienes concentraban su odio hacia el showman de la Sexta eran los mismos que daban de comer a las palomas en mi barrio. Abuelos hostigando y recriminando al Follonero sin que éste sacase a relucir su pólvora. No le dio tiempo. Los habitantes de mi condado disparan y luego preguntan, y eso sin saber quién era realmente porque le tenían por un periodista de la SER.



Al margen del conflicto, me llamó la atención la numerosísima afluencia de gente mayor que inundaba el mitin. Es más, no vislumbré a ninguna persona menor de cuarenta años en todo el reportaje. ¿Son estas personas la primera fila del ejército del odio? ¿Qué ocurrirá cuando esta generación desaparezca? ¿Sustituirán a esta masa de locos ? Por supuesto. Doy por hecho que se habrán ocupado de plantar su semilla y de criar a sus cachorros para que se comporten como ellos. Morded perritos, id a por el palo.

La hidra de la política más radical se reproduce como la gripe, y aunque sus cabezas caigan siempre aparecerán otras nuevas que lleven la voz cantante. Si creéis que existe solución, haceos con una de sus antorchas y quemad el orificio que deja su decapitación; así acabó Hércules con el monstruo. Sin embargo, la alternativa al conflicto dialéctico y físico se presenta más interesante. Que muestren sus carencias. Desnudad su moral con astucia, que se refugien en el silencio ante acusaciones fundamentadas. Es preferible despojarles de sus armas antes que batirse en duelo, dejarles en evidencia a patearles en el metro. Que ceda su telón y la sociedad aprenda a no acercarse a algo que huele a podrido. Que los niños no toquen la caca para que no se ensucien. Desabastezcamos su regimiento quitándoles las caretas.

No creo que la maldad pueda extirparse del ser humano, así que mejor desmantelar que destruir. Eso sí, no nos vayamos a equivocar de cables.

Y por supuesto, meteos las etiquetas por donde queráis; hablo de la locura y no de la guarrería que guardan bajo la alfombra los partidos políticos. Sacad a los desquiciados de las calles, se pinten la cara de rojo o de azul, lleven rosas o vuelen. Lo que sucede es que en mi ciudad de cigüeñas son las gaviotas quienes empapan mi cabeza, así que los tiros en este caso van al aire.

¡Plato!

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