lunes, 10 de mayo de 2010

Mal olor

Estoy rodeado de basura. De cáscaras de plátano, de hojas rellenas con mi firma y perchas con olor a metal caducado. Duermo entre chatarra que vomita cuarenta canales antaño analógicos y periódicos antiguos repletos de notas; entre pañuelos empapados en saliva verde y montañas hechas con cáscaras de pipas.

Si salgo a la calle, la basura me espera fuera.

Banderas bordadas con el color de la esperanza izadas al revés, botellas de whisky hechas añicos y un cadáver apoyado sobre una columna me dan la bienvenida. Latas de comida vacías, bolsas pisadas y vasos agrietados de tanto apretarlos se mezclan entre charcos marrones y jugo gástrico. Atrapado entre palabras malsonantes que se adhieren a mi espalda como tiza, las voces pusilánimes procedentes de la basura intentan poner peso a uno de los lados de mi balanza para que pierda el equilibrio. Buscan crear conflictos, poner excusas y apretar el gatillo apuntando con la culata.

Bon voyage.

Tendrán que comprar unas alzas para estar a la altura de mi desprecio hacia ellas, hacia las ratas que viven en la basura de la noche. Se reúnen en castillos de arena, no les gusta que se haga ruido cuando la luna está presente y se alimentan de carne seca. Las ratas son una en su conjunto, nada por separado. Atacan a quien no se mueve ni hace ruido, incapaces de revelarse contra la auténtica fuente de sus críticas. Viven frustradas por su incapacidad de comprender a las razas que se hayan fuera de su sistema y sienten envidia hacia quienes la lepra de la mediocridad no ha hecho mella. Intentan destruir los entornos de su alrededor con el veneno de la discordia, con mordeduras y ataques provocados por la ignorancia que origina su desconocimiento, la lectura de las situaciones.

Las ratas en las paredes de Lovecraft escaparon de la cripta y ahora recorren la ciudad camufladas en la basura, persiguiendo a sus habitantes. La basura, la basura por doquier. La inofensiva de mi cuarto, mi acompañante, y la del asfalto, inesperada y cruel visitante.

Que alguien traiga una escoba.
O una pinza para la nariz.
O un bidón de gasolina y una cerilla.

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