Sayonara, summer time.
He vuelto, tatuado con la marca de veinte picaduras de mosquito y con el ánimo sin uñas de tanto escarbar bajo tierra. Con los codos pelados y sin la piel bañada en lejía. Repleto de agujetas, habiendo hecho más deporte en mes y medio que durante el resto del año. Relleno de ginebra y tónica. Con planes, cientos de ellos. Pero sin un rumbo formal a seguir, como siempre. Con el sueño trastocado por Nolan, rezando para que nunca llegue esa patada que me envia a la Universidad cada mañana. Fijando la vista en un barco, una cámara y un ordenador sin estrenar.
Vaciando la mochila para volver a llenarla.
martes, 7 de septiembre de 2010
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